Thursday, May 10, 2007

proSÁBADO 023




UN CRONOPIO VA A ABRIR LA PUERTA de la calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía de teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo está algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodilla y junta sus manecitas no sabe para qué. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles.

La foto salió movida/ Julio Cortázar
(Argentina, 1932-2000)
http://www.juliocortazar.com.ar/
http://www.literatura.org/Cortazar/Cortazar.html
http://www.geocities.com/juliocortazar_arg/
http://www.literatura.us/cortazar/parques.html
http://www.juliocortazar.com.ar/suvoz.htm
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1607
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaArgentina/Cortazar/casatomada.asp
http://www.geocities.com/CollegePark/1917/cortazar.htm
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/cortazar/index.htm
http://www.cortazar2004.org/
http://sololiteratura.com/cor/cortazarprincipal.htm
http://pereweb.iespana.es/julio.htm
http://www.ucm.es/info/especulo/numero2/cortazar.htm
http://www.lamaquinadeltiempo.com/cortazar/indexcort.htm
http://www.me.gov.ar/efeme/cortazar/index.html
http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/1/
http://www.cortazartextual.com.ar/salida.html
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/jc.htm
http://es.geocities.com/silviafpriego/preambulo_a_las_instrucciones_pa.htm
http://es.geocities.com/cuentohispano/cortazar/cortazar.html

Contenido

La máscara – Daniel Montoly
La reina de la música – Pilar Romano
Elsa – René Rodríguez Soriano

La máscara

–No mire, ahora- ordenó el hombre empuñando una pistola- Acérquese, despacio… despacio. Sin hacer ningún ruido o movimiento extraño.

–Ahora, salga corriendo así morirá como un héroe. –le dijo de manera sarcástica después de tomar sus pertenencias.

–¡No! Máteme, si va a hacerlo, mirándome, a los ojos fijamente. Odio la cobardía, y no quisiera que alguien ultrajara mi memoria, pensando que fui un cobarde.

El hombre notó cómo la pistola temblaba en las manos del joven criminal. De pronto. Arrojó el arma y emprendió la huida, perdiéndose tres segundos más tarde por la neblina intensa que esa noche cubría la ciudad.

Aquel misterioso ser, se movió el sombrero un poco hacia la derecha. Encendió un cigarrillo, y comenzó a caminar con dirección al cementerio, situado en lo alto de una colina llamado por los parroquianos The Raven Hill.

Tres días más tarde el cuerpo del joven apareció, flotando en las aguas sucias del río Potomac. Los forenses no encontraron rastro alguno de violencia en su cuerpo como causa de su deceso.

© Daniel Montoly

La reina de la música

Te vimos llegar y al principio sólo supimos que venías, Yolanda. Estábamos deshilando la alegría de la adolescencia y era noviembre.

Te vimos llegar y supimos también que siempre renguearías un poco. Lo sabíamos desde antes, pero queríamos estrenar nuestra audacia y te dijimos Yolanda ¿querés que te anotemos como candidata a reina de la música?

Era el día de Santa Cecilia y la escuela a la que íbamos había organizado un festival en la plaza. Seguro que te acordás. Vos estabas entusiasmada con la fiesta, pero temías no conseguir permiso para ir. Al final, se elegía a la Reina de la Música por aplauso del público. Dale Yolanda, vas a ver que salís por lo menos segunda princesa. No digan tonterías, para qué voy a ir si ni siquiera camino bien y miren la ropa que tengo.

Los naranjos agrios que bordeaban la plaza nos miraban, indiferentes al hecho de que nadie recogiera sus frutos. Pero había esperanza en esos árboles, tan puros, tan celosos, tan extraños.

Dale, Yolanda, lo único que tenés que hacer es estar parada en la tarima con las otras candidatas. Te vamos a aplaudir como locas. Si... pero la ropa... además si mi viejo se entera me va a dar una flor de paliza, ésa sí que va a ser la reina de las palizas, él no quiere saber nada con eso de reinados y cosas por el estilo, es a la antigua ustedes saben...

Algún airecito contraventor de azules debe haber apresurado nuestra voz, porque dijimos ¡dale! nos cruzamos hasta lo de Gladys, te presta una blusa y listo. ¿Cuál, la rosada con puntillas? debe ser cara ésa... Te la presto igual Yolanda.

Es difícil no disfrazarse, sobre todo cuando la tristeza te llega hasta los huesos.

–Aquí están las participantes candidatas a Reina de la Música, Fulana, Mengana y Yolanda Alcaraz... A veces me parece volver a escuchar el anuncio, empeñado en remontar calendarios.

Con amorosa tiranía en los ojos te mirábamos, Yolanda –¿vieron cómo se le notan bien los pechos?- Te aplaudíamos casi con furor y la gente nos acompañaba. –sí, por lo menos segunda princesa...- y el entusiasmo hizo que no nos diéramos cuenta del momento en que desapareciste de la tarima. Quedamos absortas, detenidas en la punta de un asombro.

Seguramente la pierna mala hizo que te cayeras, pensamos. –Por favor, que no se lastime, que no se vaya, que no se evapore, porque no formará una nube perfecta-

Era tu padre quien te había bajado de un tirón. –Se la lleva a los sopapos, miren! ¡Pobre Yolanda! El viejo debe haber oído desde la casa cuando la nombraron por el micrófono-

Como si la cosa transcurriera en un escenario lejanísimo y grave, que en realidad sólo estaba en el centro de la plaza, vimos a tu padre que en el intento de sujetarte, tal vez para darte una bofetada, te arranca de un manotazo la blusa rosada. Y a vos corriendo con dificultad entre la gente, sin nada arriba, tratando de cubrirte el pecho con los brazos.

Ya empezaba a verse la luna en el cielo y nos pareció que se asomaba boca abajo. Y no supimos qué hacer con los desechos de ese naufragio que ocurrió cuando te aplaudíamos, Yolanda.

Mamá, vos sabés algo de esa mujer borracha que anda por la plaza, se quita la blusa y grita parada sobre un banco ¡soy la reina de la música!

No puedo contestar porque mi mente se llena con la visión de una adolescente que cruza la plaza con los pequeños pechos desnudos, como pichones de torcaza temblando fuera del nido. Y porque siento que se rasga mi blusa, aunque no sea rosada ni tenga puntillas.

© Pilar Romano

Elsa

Salgo al camino real, tomo el trillo que va hacia el arroyo y cruzo lejos de las vacas y el toro ese, Maravilla. Miro la mata de naranjas preñada de amarillo y tres o cuatro garzas pastando en el baldío. Junto al ganado, un becerrito corre como loco, despistado. Balan los chivos y las ciguas palmeras hacen y deshacen mil nidos.

Sé que está en esa casa, vino de vacaciones y sus ojos, su sonrisa, nada tímida, llena de otras luces, de otros vientos y otra música, me da la confianza que no tengo para acercármele, para invitarla y llegar hasta el limonar. Ahora le tumbo los más pintones, los limones más dulces, más jugosos y gajo a gajo los chupa frente a mí. Es hermosa su sonrisa.

La podría invitar a montar en mi caballito melao o a bañarnos en la chorrera, un poco más abajo, cerca de mi tía. Solos los dos para contarle que en mis sueños la había previsto y había robado para ella todas las margaritas y geranios. Mejor volvemos a caminar, cruzamos las rigolas del atardecer, bajo carolinas y flores de cayuco para dejarlas en sus manos. Las espinas no hacen mella en mi epidermis, al menos eso siento cuando el sol se maquilla rojizo y suaviza sus rayos sobre su pelo suelto que lo irradia hacia todos los confines de la pangola y la yaragua. Iremos a nadar otro día. Iremos cabalgando por la sabana hasta el pinar donde las hojas forman una alfombra suave y tersa, donde puedo decirle que su aliento porta un plácido huracán de sensaciones...

Cae la tarde. Llega la noche y Lucinda, Clara y doña Nina nos reciben en el portón. Don Luis prepara una fogata para que Manuelico nos cuente cientos de cuentos de Juan Bobo y Pedro Animal. No me interesan ya las historias de Manuelico. Sólo tengo atención para el aluvión de historias que emana de los ojos de Elsa, para nadar en su pelo y naufragar en su aliento, que se confunde con los sensuales efluvios de las azucenas que hace rato han abierto todo su ser para que, con saña, con ganas y con placer las fecunden los insectos que sólo a esa hora aciertan a salir.

No sé qué hacer quisiera regalarle todas mis pertenencias en esta tarde inmensa: mi caballito de palo santo, mi carrito de ruedas de javilla, mi mata de naranja, el becerrito recentino de la vaca joca, todas las gallinas, el agua del arroyo, el canto del petigre, el vuelo de las tórtolas de la tarde, el universo de guijarros y pelusas que guardo en mi bolsillo. Y más que nada, el beso cuerdo de locura que le estoy mandando ahora, en esta tarde del presente cuando me ha dejado sin aire su sonrisa en esta foto que nunca le tomé.

© René Rodríguez Soriano
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© mediaIslaproSÁBADO 10 de setiembre 2005.-

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