Tuesday, May 8, 2007

proSÁBADO 016



UN HOMBRE ENCUENTRA A UNA MUJER por la calle, la toma, la lleva de inmediato a su casa y una vez allí la desnuda completamente y se dedica a contemplarla. La situación es simple: ella de pie, a cuatro pasos del hombre que la mira desde un viejo sillón de cuero, la mira dentro de un círculo perfecto, sólo perturbado por los reflejos de algunos objetos laterales que apenas colorean el aire. La mira sin pausas, limpiamente como sólo puede hacerlo el ojo frío y destructor de los sueños. Al poco rato, la mujer comienza a desmantelarse. Caen los senos, los brazos desgajados se desprenden y todas las protuberancias se deslían, teniendo como centro el foso imantado del vientre.

Cuando delante de él no hay más que aire y luz del día, el hombre oye en su cabeza el zumbido de cien años de vida. Cierra los ojos y piensa que dormirá hasta que lo despierten.

La mirada/ Salvador Garmendia
[Venezuela, 1928-2001]
http://www.ficcionbreve.org/cuentos/anacober.htm
http://www.ficcionbreve.org/cuentos/infierno.htm
http://www.ficcionbreve.org/cuentos/altagrac.htm
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=3142
http://www.analitica.com/bitBlioteca/sgarmendia/default.asp
http://shop.logos.it/users/efeld/artic.html
http://sololiteratura.com/salvadorgarmendia.htm
http://www.revistamalabia.com.ar/web_06/web_28/notas/pdf/nota_13.pdf

Contenido

Ella – Karina Sacerdote
Delirio – Selene Chiérico
La madrugada – Lidia Elena Caraballo

Ella

La primera vez que la vi, fue a través de los ojos de la abuela, era sólo una niña y ella ya era interminable.

Ella, sin querer se desnudó ante mí con una música nueva, que para mis oídos tempranos, traspasaba toda fascinación y me llevaba allí, a ese lugar de azules y plata, a ese mundo de belleza en donde todo es puro, en donde todo es ideal, aún la melancolía, la muerte, la nada, la vida. Me llenó de silencios y vuelos precoces; quise besarla, besarle los labios, besarle los sentidos y sentir tanta verdad, tanta utopía.

Después, mis ojos la encontraron en amarillos cuerpos y aunque las noches se hicieron para descansar, a la luz de una lámpara casi extinta, bordee cada curva, cada vaivén, cada centímetro (si hubiese podido medirla) de su cuerpo y conocí a todos sus amantes, no a todos (son tantos…) a los más fieles quizás.

Ella me mira, mira mis ojos de mujer que la ama, ahora que a duras penas acepta que la siga, me mira y me deja robarle signos, sentirla un poco mía. A veces, hasta me deja ver que le gusta que así sea.

Creo que no me abandona ni me echa, porque de vez en cuando, la seducen mis versos y porque se ha resignado al hecho de que no pienso dejarla. Aunque me robe las musas y me envuelva en silencios, aunque les entregue a otros las palabras que pudieran ser mías, aunque empecinada en doblegar mi devoción, me hable tan bajo que me cueste escucharla, aunque me azote en mi mazmorra, estoy segura, que aunque nunca me lo diga, le resulto algo simpática y ella, que puede alcanzar mi finitud tan insignificante, besará mi último suspiro y me regalará un último poema por haberla amado tanto.

Ella, dueña de todas las razones es razón de mi vida. Ella, ahora me acompaña y yo sigo queriendo besarla, logrando apenas rozar ínfimamente un extracto de su eternidad de tanto en tanto.

© Karina Sacerdote

Delirio

Cierto sopor me substrae de la vida, que siento como de sueño y de milagro.

Estoy en mi interior mirando hacia afuera y me veo en un paisaje imaginario donde soy deidad cabalgando en las ráfagas del viento.

Son infinitos los resortes del delirio que rebotan dentro de la mente oscurecida... y cambian de lugar constantemente en transcurrida locura de religioso destierro.

Sombras errantes de un trasmundo y fiebre en la obsesión de un oculto sentimiento; breve grieta de lumbre en el absurdo donde toda ficción vuelve a la vida.

Algo como un reencuentro en el pasado se une al tiempo sin clausura; algo tal vez, como una ilusión desvanecida en la promesa de pactos incumplidos.

Y así estoy al borde de un abismo en la atracción de la magia y el asombro, con el mismo corazón en insomne sondeo de conflictos.

© Selene Chiérico

La madrugada

Los seres de la noche nos enseñaron el camino junto al río, era arduo y sinuoso, poblado de luces vivas. Tres fuimos los que partimos, entonces se hablaba poco de la amistad, pero los golpes de la suerte –la misma voz que dicta las palabras que ahora transcribo, cambiaron esa apatía. Llegamos a su seno: prendida por hilos de frío y permanencia, cerca de los juncos en la ensenada, entre niebla y hierba sorprendida, aguardaba. Era perfecta, confesó que le hastiaba la perenne ruptura del sol en su espesura. Nos arrodillamos. Su aliento nos sitió entre la infancia y la madurez. Regresamos, vacíos como niños.

© Lidia Elena Caraballo
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©mediaIslaproSÁBADO 19 de marzo 2005.-

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