Tuesday, May 8, 2007

proSÁBADO 017



PARA QUE SU HORROR SEA PERFECTO, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: "¡Tú también, hijo mío!" Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.

Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas: "¡Pero, ché! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.

La trama / Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)
http://www.mundolatino.org/cultura/borges/borges.htm
http://www.internetaleph.com/
http://www.literatura.org/Borges/EsquinaRosada.html
http://www.literatura.org/Borges/FundacionMitica.html
http://www.literatura.org/Borges/LaBibliotecaTotal.html
http://www.literatura.org/Borges/ElPunial.html
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1488
http://borges.netfirms.com/
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/jlb.htm
http://www.literatura.us/borges/index.html
http://es.geocities.com/cuentohispano/borges/borges.html

Contenido

La brújula y mi pena – Pilar Romano
Niños jugando – René Rodríguez Soriano
Jugar con jugo – Helga Vega

La brújula y mi pena

Pienso que anochecía cuando él encontró esa brújula con la aguja apuntando al sur. Anochecía, pero aún así pudo llegar hasta mi pena andariega, que entonces no sabía que era pena.

Él sí lo sabía y conversó con ella sin demostrárselo, atraído por su forma de mujer. No sé bien que le habrá dicho, pero consiguió que lo acompañara y hasta la convenció de que subiera a un extraño barco de papel.

De seguro fue mi pena quien le pidió que le vendara los ojos, para sosegar su desvarío. Y se sintió de pronto navegando en el lado refrescante y luminoso de lo nuevo. Se creyó mujer, mujer con hombros mojados de lluvia y hasta se atrevió intentar un leve contoneo, olvidándose de que la perseguían al galope los inviernos.

Yo la vi alejarse, pero no sentí pena por mi pena, siempre supe que regresaría.

© Pilar Romano

Niños jugando

La moto alborota la noche, el farol titila y se apaga. La bachata desafina. No hay gatos ni pasadizos. No se puede pensar, inmensa, la noche. No se puede entonar, silente, la canción. Los niños juegan. Juegan y juegan en el interior de la noche. La luz se ha ido. No volverán a jugar otra vez, nunca jamás, en el mismo apagón. No volverá, por suerte, a desafinar la noche la bachata y si regresa, si es que lo hiciera, si volviera la luz, tampoco sería la misma luz de hace un rato ni la de anteayer. Mucho menos la de cuando papá estaba aquí, que ahora lo recuerdo y desearía más que todo que estuviera de nuevo.

© René Rodríguez Soriano


Jugar con jugo

Me gusta cortar tomates. Es algo que disfruto con placer, cortarlos
cuidadosamente sobre una tabla, con un cuchillo filoso mientras,
despavoridas, se esconden mis falanges. Me gusta cortarlos menuditos, para que brote todo su jugo y moje con gracia mis dedos. Me gusta lamer mis dedos cuando termino de cortar los tomates, uno a uno. Es uno de mis placeres favoritos. Quizás en algún momento te provoque mojar tus dedos en el jugo de unos tomates bien rojos, si se te adhieren algunas pepitas serías privilegiado, no dejes de lamerlos, tal vez tu lengua y mi lengua te parezca que juguetean.

© Helga Vega

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© mediaIslaproSÁBADO 26 de marzo 2005.-

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