Friday, May 4, 2007

proSÁBADO 014


A LA LUZ DE LOS CONOCIMIENTOS científicos modernos, se ha establecido que no fue la serpiente la que indujo a Eva a brindar su manzana a Adán.

En realidad, Eva dormía en el huerto del paraíso, a la sombra del manzano, cuando el fruto prohibido se desprendió y cayó, por la ley de gravedad que Newton enunciaría más adelante.

No sólo la golpeó con dureza, sino que la sacó de sus virginales sueños de doncella.

En su voracidad, Adán aguarda que ella despertara para invitarla, como todas las tardes, a inocentes juegos. Pero Eva lo creyó culpable: supuso que él, inmoderado en sus travesuras, le había arrojado la –manzana a la cabeza. Entonces furiosa, le gritó:

–¡Te la vas a comer!

Él, intimidado, se la comió.

Ella quedó satisfecha.

Pero ya habían pecado.

La verdadera historia del pecado original/ Antonio di Benedetto

[Argentina, 1922-1986]
http://www.literatura.org/DiBenedetto/adbTexto2.html
http://www.literatura.org/DiBenedetto/DiBenedetto.html
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=3170

Contenido

Entelequia – María Eugenia Caseiro
Contraluz – Aymer Waldir
Por si me fui – Pilar Romano

Entelequia

La luna pretende mirarme fijamente. Dibujo la luz, anclada en mis visiones. Han de dar las doce antes que las bocas abiertas de las inquilinas, laman las líneas del azúcar sobre el vértice dorado, plata y nieve de las tazas. Sobre el rosa impecable de las combinaciones, mi padre enfría las cucharas, dejándolas nevar en los espejos. Detrás de las mamparas, se olvidan las niñas que bordan alelíes como si pintaran frescos, y sus sueños que van al corazón, a los escaparates, ya nunca saldrán de ahí, sino en las noches verdes armadas de frío y aquiescencia.

La casa ocupada, convertida en dócil enemiga, me pone los pelos de punta. Tengo un surco en la frente por donde pasan ríos de prórrogas que aguardan la señal de la lechuza. Se escuchan las pisadas; las inquilinas, con sus miles de piernas, y ese poder que ha dado Dios a los seres más pequeños, comienzan a bajar las escaleras, a salir de los rincones. En generosas y organizadas filas se acercan, cada una en su hambre, en el deseo de comprobar que aún es blanco el azúcar, que a mí me está negado como el ojo de mi padre.

Comienzo a lustrar los vasos, la vajilla toda; a sacudir alfombras. Mi padre no me ve, él sigue empecinado en el glacial instante en que sus cucharas, abran el códice de la transparencia. Sé que abandonar el sueño significa enfrentar algunos desafíos; que solo unas gotas del tiempo guardado en alguna botella de la casa, pueden servir para olvidar; que la gloria no puede alcanzarse dando tumbos, y que tener arcilla, como dicen que tengo, no es nada que pueda remediarse.

¿Dónde está la flor para ponerla en los jarrones? Nada hay en mi mano, salvo el viento.

© María Eugenia Caseiro

Contraluz

Ella insistía en que añil era el color de la fortuna. Yo, cauto, la veía parda. Su potente voz no fue suficiente para convencerme, ni sus racionales argumentos matizaron el tono. De pronto, ella me condujo con sutileza hacia la luz. Y entonces mis ojos, acostumbrados a las sombras, vieron por una milésima de segundo la claridad directa que los tornó ciegos.

© Aymer Waldir


Por si me fui

No sé si es verdad que me fui, pero me parece reconocer como mías algunas de las huellas que se alejan por el camino.

Tú no dejes la casa todavía; en esta época, en la rama del árbol que da a la ventana, puede que anide un gorrión. Y, además, hay aún pintura fresca en alguno de los cuartos.

Quédate y no te preocupes por mi lámpara ni mi retrato.

Y cuando abras la puerta, hazlo tarareando una canción que hayamos cantado juntos. Sé que te escucharé, sintiendo que cometimos un pecado casi perfecto.

© Pilar Romano
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© mediaIslaproSÁBADO 05 de marzo 2005.-

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