Tuesday, May 8, 2007

proSÁBADO 015



HAY MUCHOS MODOS DE SUICIDARSE. El que yo propongo es el siguiente: suicídese usted mediante el único método de suicidio filosófico.

–¿Y es?

–Esperando que llegue la muerte. Desinterésese un instante, olvídese de su persona, dése por muerto, considérese como cosa transitoria llamada necesariamente a extinguirse. En cuanto logre usted posesionarse de ese estado de ánimo, todas las cosas que le afectan pasarán a la categoría de ilusiones intrascendentes, y usted deseará continuar sus experiencia s de la vida por una mera curiosidad intelectual, seguro como está de que la liberación lo espera. Entonces, con gran sorpresa suya, comenzará usted a sentir que la vida le divierte en sí misma, fuera de usted y de sus intereses y exigencias personales. Y como habrá usted hecho en su interior tabla rasa, cuanto le acontezca le parecerá ganancia y un bien con el que usted ya no contaba. Al cabo de unos cuantos días, el mundo le sonreirá de tal suerte que ya no deseará usted morir, y entonces su problema será el contrario.

Suicidio/ Alfonso Reyes (México, 1889-1959)
http://www.alfonsoreyes.org/
http://www.ucm.es/info/especulo/numero24/lacena.html
http://iacd.oas.org/RIB%201-4%2096/lagmano.htm
http://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=843

Contenido

Al otro lado del paraíso – José López Campusano
Presesión – Nemías Meléndez
Aquella semana – José T. Beato

Al otro lado del paraíso

Una tarde me dijeron, Esta noche los reyes magos no pasarán por aquí, Pero por qué, Porque no te comiste los gandules. En la noche, me senté en la calzada con los pies sobre la calle y los dedos enlazados entre mis piernitas, me puse a mirar las estrellas que titilaban por escapar de sus camisas de fuerza en el cielo contaminado por las chimeneas de los barcos y de las plantas generadoras de electricidad que no se apagaban para que humearan siempre las de la refinería de petróleo que producía combustible suficiente para que durante las zafras y tiempo muerto continuara la molienda en el ingenio y no se detuviera el vapor de las calderas ni el de las humeadoras ambulantes de las locomotoras y los catareyes que iban y venían cargados de caña a los Bajos de Haina para que todo el mundo manejara vehículos y dinero. Tarde en la noche, una estrella, grandota, de esas que llaman luceros, se fugó a tal velocidad que se me perdió de vista hacia el barrio Gringo. Comprendí que me mentían, que por más que cerraran las puertas y salomónicas de la casa verde, aunque fuera por la madrugada, los reyes regalones, entrarían a mi aposento con todo y camellos en busca de sus yerbas y me dejarían juguetes. Al amanecer, premiaron mi fe hasta con un libro de cuentos. Desde entonces leo mucho y creo menos en los adultos.

© José López

Presesión

Fue un gesto automático, subió los brazos; se mesó los cabellos y dejó caer las manos detrás de la cabeza. Levantó ambas piernas y las descansó sobre la esquina derecha del escritorio. Se echó hacia atrás en una postura indolente y despreocupada. Absorto, mirando el texto; que como mosca en mar de leche, danzaba involuntario ante sus ojos. Solo caracteres sin sentido, los leyó y releyó; un gesto de aburrimiento mal disimulado asomó en su cara. No había nada útil ni coherente, solo vocales y consonantes repetidas como caos de tránsito.

Sin embargo, él estaba ahí dentro, inmerso en el manicomio de frases, de oraciones. Un párrafo amorfo bordeaba y coqueteaba, se iba; dando traspiés sobre el agudo y cortante filo de la navaja de los sentidos. Perdió la perspectiva y el rumbo franco hacia la realidad concreta. El amargo sabor de la hiel invadió su garganta; se miraba con asco. Por qué diablos no podía hacer patentes los motivos. Las letras y vocablos se negaban a interpretarlo literalmente, y la razón huyó del texto-objeto.

Cobró vida su brazo derecho, la extensión de la mano activó los dedos y de un tirón, arrancó del rodillo, que cedió con un grito de sus ruedas dentadas; la hoja de papel, que abrazaba entre el metal y su cuerpo de caucho negro. La estrujó en la mano, hasta convertirla en pelota y en un perfecto lance…. ¡Canasto! ………. ¡Apunten tres! La hoja de papel se fue hasta el fondo del cesto de la basura. Se levantó y traspuso la puerta, mientras se subía el cuello y la cremallera de la chaqueta. Con un bostezo largo se fue camino de la noche, negra y oscura como su alma.

© Nemías Meléndez


Aquella semana

Por fin he encontrado el viejo diario de aquel secreto y singular viaje: "Yo, general Gates, junto a mis compañeros el coronel Straw, el coronel Ortega y el profesor Ratte, hemos logrado lo que se creía imposible: viajar en el tiempo; concretamente, a la última semana de Jesús.

"Hasta ahora, un éxito: grabamos al Maestro, las impresiones de Lázaro acerca del sitio en el que estuvo mientras su cuerpo fue cadáver, y hasta nos enteramos de los motivos que tuvo Judas para traicionar al Maestro….Pero no sabemos si volveremos. Nada funciona. Sólo Simón navega tranquilo en su pecera.

"Sospecho que todo dependerá de si fue verdad que el crucificado resucitó, pues al morir Jesús, todo comenzó a fallar y los relojes a oscilar. Y justo al momento en el que con la enorme piedra sellaron su sepulcro, todos nuestros aparatos electrónicos quedaron en silencio, tan muertos como él."

© José Tobías Beato
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©mediaIslaproSÁBADO 12 de marzo 2005.-

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