Tuesday, May 8, 2007

proSÁBADO 018




EL SOL, RUBIO Y APOPLÉTICO, y el soberbio y magnífico Júpiter jugaban, por sobre la red de baba gloriosamente en los espacios luminosos. ¡Ah, se me olvidaba: la diminuta pelota que llamáis la Tierra había caído de este lado de los asteroides, y el sol iba a recogerla para proseguir! Este instante, no más largo que la sonrisa de una diosa, los mortales lo mamaríais varios millares de trillones de siglos. Así sois de ampulosos, vosotros los seres de un momento. Pues bien… ¿pero a que continuar si ignoráis las reglas del juego?

Los dioses jugaban a la pelota/ Julio Torri (México, 1889-1970)
http://www.jornada.unam.mx/2006/02/05/sem-antologia.html
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/mini/literatu.htm
http://elcajondesastre.blogcindario.com/2006/02/00438-mujeres-julio-torri-micro-cuento.html
http://elcajondesastre.blogcindario.com/2006/03/00510-a-circe-julio-torri-micro-cuento.html
http://es.geocities.com/silviafpriego/mal_actor_de_sus_emociones.htm
http://es.geocities.com/silviafpriego/mujeres.htm

Contenido

El cuento del abecedario – José T. Beato
La señora del vestido negro – Orlando J. Salas
Coma y punto – Frank Otero Luque

El cuento del abecedario

Amantina Batista corre dando empellones furibundamente. Gumersindo Hernández intenta jubiloso karma: le manotea novicio ñequeando orondo. Paquita quita rápido sus tesoros: utópicos varones xenófobos, wagnerianos y zafios.

© José Tobías Beato


La señora del vestido negro

Era por los años de 1912 en la ciudad de Granada, Nicaragua, en el barrio la Ollada. Justo Pastor era un joven de unos 25 años de edad, de origen humilde, pero bien parecido, era muy apreciado por las damas, era el oficial de carpintería en el taller más conocido de la ciudad. Vivía con sus padres y era hijo único. A pesar de que lo controlaban mucho, Justo Pastor siempre se iba a vagabundear por las noches y llegaba muy tarde a su casa.

En esos tiempos en la ciudad de Granada a las 8 ó 9 de la noche, cuando se escuchaban las campanas de la Iglesia La Merced, todo el mundo estaba durmiendo, pero no así el joven Justo Pastor. Una de esas noches en que éste salía a dar su acostumbrado paseo, caminando sobre la calle La Ollada, casi al final, llegando al Mercado Municipal, eran calles de tierra, arenosas, las luces eran muy débiles. Las aceras eran altas y algunas terminaban en gradas de pura piedra.

Cuando Justo Pastor iba bajando una de esas gradas, se abrió de repente la puertecilla de una ventana, eran casi las doce de la noche, ya iba rumbo a su casa, le faltaban como dos cuadras para llegar. Se asustó cuando vio abrirse la ventana, y más aun cuando una mujer vestida de negro asomara la cabeza. La señora le dijo: Hola Justo Pastor ¿por qué tan noche por las calles? Justo Pastor quedó más asustado porque nunca había sabido de esa señora y más aun que supiera su nombre. Ella lo invitó a entrar y él, temeroso entró a dicha casa. La señora le dijo: Como ve, soy una mujer viuda y vivo sola.

La señora se quitó el velo que tenía y el joven pudo apreciar que era una mujer relativamente joven y bella, de color blanco, con los ojos grandes y negros como la noche, le dijo que cuando quisiera visitarla él sería siempre bienvenido a su casa. Estuvieron conversando por un buen rato, la noche estaba fresca y oscura y se escuchaban los ladridos de los perros que a cualquiera le daría miedo.

Justo Pastor ni corto ni perezoso iba todas las noches a visitar a dicha señora y se había enamorado locamente de ella. Mantenía en secreto esa relación por la honradez de la señora. Hasta que un vecino le preguntó un día: ¿Justo Pastor qué hacías anoche tan tarde
en esa casa abandonada… hace mas de diez años que murió la viuda doña Elena y por cierto de una enfermedad contagiosa como es la Tifoidea?

Se dice que Justo Pastor nunca recobró el conocimiento y que murió a los 15 días, llevándose el secreto a la tumba.

© Orlando J. Salas

Coma y punto

Dicen que estoy en estado de coma. Se lo he oído a los médicos, a las enfermeras, así como a mis parientes y amigos.

Me angustia cuando especulan "desconectarme", como si ya no lo estuviera en cierto modo. Lo hacen murmurando, porque no saben a ciencia cierta si comprendo o no lo que hablan. Esta idea me atormenta: ¡No quiero morir!

Salvo por el sufrimiento que percibo en las personas que me aman, así me encuentro muy bien; mejor que nunca.

No tengo la más remota idea de cuánto tiempo llevo así. He perdido toda noción y nadie lo ha comentado delante de mí. Tampoco me interesa.

A veces, me resulta sumamente difícil distinguir cuándo estoy dormido de cuándo no lo estoy. Los sueños se me confunden con la realidad y viceversa, lo cual me parece maravilloso.

Ahora tengo todo el tiempo del mundo para pensar y sentir, y plasmar mis pensamientos y sentimientos en cuentos y poemas; recrearme con ellos silenciosamente, y seguir corrigiéndolos y puliéndolos indefinidamente, sin la urgencia de publicarlos o difundirlos.

Ya nada anhelo, a no ser la vida -esta forma de vida- y que mis seres queridos hallen el sosiego perdido debido a mi estado. De no ser por esto último, finalmente habría alcanzado la paz que tanto anhelaba.

Y ahora que lo pienso, no tengo razón para aferrarme al mundo ni motivo alguno para preocuparme por los demás; porque siempre, siempre nos sucederá lo que nos corresponde, lo que sea mejor para todos.

Ahora que lo pienso (y que lo siento), al fin soy libre.

© Frank Otero Luque
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© mediaIslaproSÁBADO 02 de abril 2005.-

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