Friday, May 4, 2007

proSÁBADO 013


ES UN DÍA RADIANTE. El sol brilla arriba intenso y el aire transparente hace ondear la bandera que acaba de ser izada por primera vez. En la explanada se congregan embajadores y ministros plenipotenciarios. También está el presidente recién inaugurado. Hay además generales y coroneles, congregados todos alrededor del asta. Acaban de bajar la bandera de las barras y las estrellas y la bandera de la estrella solitaria vuela al aire libre. Es no sólo un día radiante sino promisorio –pero esto no se ve en la fotografía.

Vista del amanecer en el trópico / Guillermo Cabrera Infante
(Cuba, 1929-2005)
http://usuarios.lycos.es/precervantes/textos/cabrera.html
http://www.ucm.es/info/especulo/numero4/gcabrera.htm
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1530
http://www.contactomagazine.com/infante.htm
http://inmaculadadecepcion.blogspot.com/2004/12/guillermo-cabrera-infante.html
http://xlpv.cult.gva.es/files/bibliocabrinfante.pdf
http://www.geocities.com/boomlatino/vbcain.html
http://es.geocities.com/silviafpriego/dolores_zeugmaticos.htm
http://es.geocities.com/silviafpriego/7.htm

Contenido

Horizonte – Ramón Tejada Holguín
La guagua, otra vez – Enmanuel Andujar
Torpes trazos – René Rodríguez Soriano

Horizonte

Holguín tiene un animalito de cola azul cielo, patas amarillo canario, hocico beige y el resto del cuerpo es rosado con rayas verde mar. El animalito es inofensivo. Holguín dice que es beneficioso, pero Tejada no sabe si tal afirmación es verdadera, puesto que él, como todo el que conoce a Holguín, nunca lo ha visto. Holguín nombró Horizonte a su animalito.

Si Tejada se encuentra con Holguín le pregunta, sin esconder una socarrona sonrisa:

–¿Cómo va tu Horizonte?

–Muy bien –le respondió Holguín hace unos días-, ayer estuvo muy enfermo y le inyecté una dosis de polvo de esperanza diluido en aventura, los resultados fueron instantáneos.

Apenas ayer, cuando Tejada llegó a su casa, encontró la despensa vacía, dos nuevas telarañas en su habitación y las cucarachas se habían adueñado del cuarto de baño. Tejada, con lágrimas en los ojos telefoneó a Holguín, pero el teléfono timbraba, timbraba y timbraba…

© Ramón Tejada Holguín

La guagua, otra vez

Me retracto: hoy se subió la muchacha más linda del mundo en la parada de Valley Fair. Lindos rizos y qué ojos. Se viene sacudiendo el agua de la llovizna que cae como polvo; hasta ahora el día era una lindura pero el invierno…

Naglee and Blooming. Stop Requested. Se baja el viejo que venía hablando solo y se sube un joven que no está nada mal, se sienta al lado de la princesa e imagino batallas épicas, castillos, caballos y rescates. Pienso en las palabras mágicas: "Si usted descocotarse o deshuesarse el espinazo no vacile mi amigazo venga corriendo a este can".

Lundy and King, ella también se baja. La lluvia arrecia y sólo quedamos Sasá y yo en la guagua. Stop again. Sushi para la cena. Menos mal que contra todos los pronósticos hoy traje impermeable y bufanda.

© Emmanuel Andujar

Torpes trazos

Una sonrisa se ha perdido en los espejos del lago esta mañana, y una mujer cruza la tarde de Madrid con un poema entre los dedos. Tres garzas sin complejos (dos blancas y una negra) ni se enteran que, a golpe de alas, cruzan las palomas por debajo de los techos de los edificios que bailan y se bañan invertidos; abriendo, aguas adentro, nuevas rutas. Una detrás de otra, las palomas, bromean con la espuma, el diccionario y la academia de la lengua; se tutean con los ángeles, escriben y describen la gloria y la ignominia de las horas. Yo, distraído, camino.

Una muchacha se ha perdido en las agujas del reloj, oigo que dicen lo que dijo el noticiero, que en La Habana, en alguna cuartería, una mulata oía “fumar es un placer”. Oigo de oídas, y casi nunca tomo notas. Escribo sobre el hielo, con un calvo pincel de nimiedades que me ayuda a espantar la adulación, la desvergüenza. Se escribe con la pluma fuente de las palabrotas, con el casero arriando a troche y moche puertas y ventanas, con las pupilas dilatadas. Y eso sí. Con mucho swing. Una detrás de otra, las palabras, diseñan la estructura, la escalera para cruzar a nado el infinito. Y algún infante oficia de difunto. Cuenta el lector. Asume. Suma o resta tensión, astucia, intensidad y gozo.

Se ha perdido un reloj de fina orfebrería esta mañana en la piscina, y en la Plaza Bolívar ya no dejan entrar sin boina a las muchachas. Es un lugar perdido entre el solar y la rechifla vocinglera del vendutero de la esquina, ancho y lejano como Jauja o Cutupú. Como la Troya de Homero, mientras más tristes cada uno de los tigres (dos blancos y uno negro, quizás), más alegre y zumbona es la ciudad que vibra y latirá por siempre en cada uno de nosotros. Póngale nombre a un mono e invite al retirado general a ver tiradas por el suelo las estrellas, así en la paz como en la guerra. Todo es posible en los espejos del lago.

–Para escribir sólo hace falta poner una palabra detrás de la otra.

Dice el periodista que le dijo el único escritor inglés que, a pesar de la infamia y las miserias, dándole de lado a los melindres del príncipe, la infanta y algunos enanitos, escribe a pulso sobre los cueros de un bongó. Cabrera, infame y guillerma es la ironía: el amanecer del trópico se abruma en el estío de la tarde londinense sin Cabrera Infante. Camino distraído, la rubia mítica se perdió en el lago con sonrisa y todo. Una detrás de otra, las palomas, bromean con las palabras y el lenguaje, ¿será la lengua “la paloma que no supo ser ángel”? [Para Guillermo Cabrera Infante, así en la rumba como en el son]

© René Rodríguez Soriano
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© mediaislaproSÁBADO 26 de febrero 2005.-

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