Sunday, April 15, 2007

proSÁBADO 009



NUNCA ABORDES LOS CUENTOS DE UNO EN UNO, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.

9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

11. Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.

12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

Consejos sobre el arte de escribir cuentos/ Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003)
http://sololiteratura.com/bol/bolanoobras.htm
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/robertobolano/index.htm
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1485
http://www.barcelonareview.com/22/s_rb.htm
http://www.deriva.org/monograficos/monograficos.php?ID=12
http://www.ucm.es/info/especulo/numero27/bolanos.html
http://www.geocities.com/robertobolano/
http://inmaculadadecepcion.blogspot.com/2004/11/roberto-bolan-es-el-valiente.html
http://www.lacoctelera.com/lectorileso/post/2007/02/18/-los-mitos-cthulhu-roberto-bolano
http://www.elcultural.es/HTML/20070329/LETRAS/LETRAS20109.asp
http://www.ou.edu/worldlit/onlinemagazine/2006November/Nov06-14bola%F1o.pdf
http://www.observacionesfilosoficas.net/robertobolano.htm
http://es.geocities.com/cuentohispano/bolano/
http://www.manueltalens.com/rincon_de_chejov/cuentos/bolano.htm
http://www.letraslibres.com/index.php?art=8437
http://www.igooh.com.ar/Nota.aspx?IdNota=4363

Contenido

La miré con ojos diferentes – Luciana Garcés
La fuerza del destino – René Rodríguez Soriano
Reflexión – Carmen Hernáiz

La miré con ojos diferentes

Hoy la he mirado con ojos diferentes, con indiferencia incluso. Me estoy librando de ella con la misma implacable decisión con la que se engarza a mi vida. No podemos vivir así, al menos yo no puedo.

Quiero independizarme, sin romper el espejo que nos refleja y que multiplicaría nuestra extraña y gemelar existencia.

Vivimos juntas desde hace casi una eternidad. Pero ella sigue con sus ocho años y su mirada sorprendida, su sonrisa eterna y ese aire entre pilluelo y canalla. Sé que soy yo, anclada en un pasado que deseo dejar de arrastrar, que me lastra. Deseo que muera, que se lleve nuestra memoria para que yo pueda renacer nueva.

Sé que no ocurrirá eso. Que seguirá su inocencia dentro de mis pupilas como un reto, que me obligara a sonreír aunque esté llorando, que seleccionará mis compañías con el me gusta-no me gusta de su invisible margarita. Cuando te bese ella te mirará como un escalpelo a punto de diseccionarte, y yo permitiré que nos contemple, que evalúe cada uno de nuestros deseos, que compare, que decida...

Pero hoy encontré la solución. No más visitas al loquero. Ella y yo estamos frente a frente. Sonríe mientras el dedo aprieta el gatillo y juntas vemos la redondez brillante y pulcra que nos llega, penetra y nos libera.

© Luciana Garcés

La fuerza del destino

"Y aunque intenté guardar la ropa
al mismo tiempo que nadar
me he resignado a ir en pelotas
mientras dure el mar..."
Mecano

Hoy la he mirado con ojos diferentes. No sé si el cielo azul que presiento allá afuera o el terciopelo de una voz gorjeando en el compacto, perdiéndose en los cuadros y en los anaqueles y entre los libros, las fotos y los recortes de los diarios. Tal vez el vino de la tarde o los geranios florecidos en el macetero de acá adentro, las fotos que nos hicimos el último verano o este dolor que ya no tiene retroceso.

Sería por el desdén o el sin sentido de un pasado que no quiere esfumarse en los entreveros de los viejos álbumes y las pocas cartas amarillas, sobrevivientes de tantos incendios, tantos conatos de purga. O la lluvia de la tarde, Alicia o las manzanas. Tiempo en el tiempo, en una calle que no conduce a ningún bar. O la cerveza, las escapadas sin excusa y ya no fumar más, jamás, jamás.

En la oficina, Alicia deshojó sobre la mesa todo un manojo de pendientes que se me confundían entre la octava peca que acerté a contarle, a hurtadillas y a la franca, bordeando la advertida separación de sus colinas (amenazando también con caer sobre la mesa). La miré y me miré con los mismos ojos con los que la miraba a ella, con los que me perdía en las laderas de su piel sin plan de regresar.

Camino a casa, con Alicia, llegamos hasta la vieja terraza donde cada tarde, la misma gente toma el mismo café y vuelve, una y tantas veces, a las historias harto conocidas. Fito Páez, Sabina o tal vez Lucio Dalas suenen y se enreden entre el rodar de tazas, platos, cucharitas y un cansado taconeo. Igual, cada tarde, mañana será otro día, no olvides que mañana o el jueves que viene o tal vez algún cine, un ballet o la exposición de Martha y Marina, en fin....

Pude estirar un poco más el tiempo. Rondar por la plaza, ir de tiendas o por las librerías, a sabiendas de que me encontraría, también, con la misma gente: Laura y sus historias con fagot, Amalia y Pepa. O visitar a los viejos y ver que en la casa nada ha cambiado, que los muebles, el piano de la abuela o la tía Pancha siguen flotando en el mismo limbo y que mamá y papá son apenas páginas de un libro que relata una historia de viejo conocida. Nunca han aceptado el guión que alguien decidió escoger para nosotros.

No va más, no vale la pena retroceder la aguja del reloj ni darle tantas vueltas a la noria. Ella estaba en casa ya, como todas las tardes, bordeada de mariposas perdidas en el azul de fondo del faldón de su bata de entre casa. Y lo sabía todo. Pude besarla como antes, pero Alicia, con sus mal contadas ocho pecas ya hacía rato que se interponía en el trayecto de nuestras pieles. Me di cuenta, una vez más, apenas intenté planear mil fugas para adueñarnos de la noche.

Hoy, aunque me he mirado, como siempre, en sus dos apacibles pozos de miel y se deja oír música de la que ha sido marco sonoro de todos estos años y filtran las celosías la misma luz y nos acompaña todo esto que ha tomado forma y tamaño en este espacio que hemos sido, advierto una veta de luz que me desnuda de cuerpo entero, falsa y mentirosa como he sido.

© René Rodríguez Soriano

La reflexión

Hoy la he mirado con ojos diferentes.

Le noto alguna arruga que no vi la última vez, y esas canas que intenta ocultar unos días, mientras otros parecen no importar en lo más mínimo. Las ojeras, marcadas desde hace tanto tiempo...

Me ha mirado y ha sonreído. He reconocido en ella algo de la mujer que fue. Casi imbatible, amiga, peleadora y enamorada de la vida.

Me he preguntado qué hay aún de ella en ella. Qué se quedó en tantos pasos dados, qué perdió por las autopistas de la vida.

La conozco bien, pero a veces me resulta extraña. Esos conflictos de sí y no que he podido ver incluso en alguna foto donde sonríe sin cambiar la expresión de los ojos, o esas veces en que lloraría pero no muda un ápice el gesto.

Quizás incluso para mí tiene secretos.

La he notado nerviosa ante mi mirada, como cuando acaba de salir de uno de esos túneles que odia atravesar y donde sigue entrando porque no puede ser que un poco de hormigón pueda con ella. Romper la voluntad ajena y que cada miedo salga a flote, y poder después eliminarlos para ser otra vez capaz de todo.

Al verla se me han puesto delante de golpe un buen puñado de los últimos años. El ahora y el ayer en una misma imagen, y aún a pesar de que todo tiempo vivido hace pasar factura de presente, sé que su gesto me decía que lo ha conseguido.

Regresar a casa, dondequiera que decida tener su casa. El aroma de mar recuperado, los hijos en la sala, el contestador con un "te quiero" tan próximo y tan cierto.

Ser parte de un todo deseado y deseable, integrar un lugar sin ser extraña en acento, ropa, maneras y horarios...

Y sé que de todas formas tendría esas arrugas en la frente, y las canas, y las ojeras. Y quizás también montones de secretos que no me cuenta por miedo a mi propia risa, que tan sumamente bien conoce.

Ella sabe que la estudio con frecuencia en sus maneras y en sus motivos. Que escruto sus intenciones y juzgo sus acciones...

Se ha acostumbrado a mí, como yo a ella, aunque a ratos...

A ratos, como ahora, debo dejar que ella siga ahí, haciendo su vida.

...Y yo debo terminar de limpiar el espejo.

© Carmen Hernáiz
____________________
© mediaIslaproSÁBADO 29 de enero 2005.

No comments: